Hubo música, historia y belleza, como era de esperarse de un país como Brasil. Y entre un alucinante remolino de colores, la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro dejó un mensaje de hermandad y conciencia ecológica en una nación que los necesita más que nunca.
Desde la selva amazónica hasta la «Chica de Ipanema» personificada por la supermodelo Gisele Bundchen, el espectáculo en el estadio Maracaná recorrió el amplio espectro de la historia de Brasil, un país tan rico en recursos e historia como plagado de desigualdad y pobreza.
En el palco de honor, el líder olímpico Thomas Bach observaba acompañado por el presidente interino Michel Temer, un recordatorio de la crisis política por la que atraviesa el país y que amenaza con desbancar a la mandataria Dilma Rousseff. Mientras, cerca del estadio, algunos manifestantes chocaron con la policía durante protestas contra unos Juegos que arrancan precedidos por la peor recesión del país desde la década de los 30, escándalos de corrupción y problemas de contaminación del agua.
Pero nada pudo aguar la fiesta de los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica.
Los directores del show, entre los que figura el cineasta Fernando Meirelles, echaron mano de la inagotable cantera de ritmos brasileños para pintar un lienzo de bossa nova, samba y funk tan intoxicante como la sensualidad de Gisele, que arrancó vítores de la multitud al desfilar sola a lo largo del escenario mientras Daniel Jobim interpretaba la canción «La Chica de Ipanema» compuesta por su abuelo Tom Jobim, quizás la melodía más emblemática de este país.
Acto seguido, chicos y chicas vestidos de blanco se contorsionaron en un escenario en forma de favela al ritmo del funk, el ritmo más popular en los barrios pobres de Río y el resto del país. El público se sumó a la celebración al entonar a capela la canción «País Tropical» de Jorge Ben.
El capítulo dedicado a la historia brasileña repasó la génesis misma de los bosques tropicales del país, la colonización portuguesa y posteriores 400 años de esclavitud negra, y el nacimiento de algunas de las metrópolis.
Después del festejo, viene la resaca. En este caso, un sobrio mensaje sobre los efectos del calentamiento global, con imágenes aéreas de algunas de las principales ciudades del planeta y simulaciones digitales del avance de las aguas sobre la tierra a medida que se derriten las capas polares. Mientras se iluminaba la tarima de líneas verdes para simbolizar la reforestación del planeta, las actrices Judi Dench y Fernando Montenegro leyeron un poema del autor brasileño Carlos Drummond de Andrade con un mensaje de esperanza para el futuro.
Terminado el espectáculo artístico, fue el momento de los verdaderos protagonistas de los Juegos. Los atletas.
Como es la tradición por tratarse del país donde nacieron las olimpiadas, Grecia encabezó el desfile de más de 10.500 deportistas de 205 países, además de una delegación de atletas independientes y, por primera vez, un equipo de 10 refugiados de países en conflicto que desfilarían bajo la bandera olímpica.
Nicaragua entre la modestia
Con una pequeña delegación de 5 atletas, Nicaragua desfiló en el Maracaná a eso de las 7:20 P.M., con Rafael Lacayo de tiro, portando el pabellón Azul y Blanco. Nicaragua no apeló a una vestimenta tradicional sino que recorrieron el mítico estadio brasileño con una camisa manga larga color azul oscuro, y un sombrero caratcerístico de nuestro País.