La imagen que ofreció Golden State Warriors en la derrota del miércoles ante Cleveland Cavaliers dista mucho de lo que el equipo logró durante la campaña regular, esta postemporada y los dos primeros juegos de las Finales.
Con el triunfalismo de haber hecho historia tras lograr 73 victorias antes de los playoffs, de contar con el Jugador Más Valioso de la NBA por segundo año consecutivo y con los dos mejores lanzadores perimetrales de la liga, los halagos quedan eclipsados por las carencias más evidentes: mal juego de Stephen Curry y Klay Thompson.
(combinaron una media inferior a 30 PPJ durante las Finales, una cifra alejada de los 52 PPJ y los casi 53 PPJ en temporada regular y postemporada), demasiada blandura ante la gran intensidad de los Cavaliers, fallas en las marcas, la acumulación constante de faltas de Curry (10 en lo que va de serie), con la pérdida de ritmo que ello supone (16.0 PPJ con un 43.6 por ciento de efectividad en tiros de campo y 40 por diento en triples, 4.3 APJ y 5.0 pérdidas de balón), esas que tanto daño hicieron el miércoles (18 que se tradujeron en 34 puntos en contra) y especulación con cambios en la alineación.
Nada de esto era un problema cuando íbamos perdiendo 2-0, dijo el Entrenador del Año en 2016, , cuando se refirió a la poca productividad de sus dos estrellas. Ninguno de los dos tuvo buenos partidos cuando estábamos 2-0 arriba pero no importó porque ganamos. Ahora perdemos un partido y esto se convierte en un gran problema. De esto se tratan los playoffs, de la especulación, las críticas y el dramatismo en el cambio de percepción sobre lo que está sucediendo
La pelota está ahora en el tejado de Kerr, quien busca encontrar soluciones para sacar una victoria que le dé a los Warriors la oportunidad de disputarse el anillo en el Oracle Arena el sábado.