Cuando Roger Federer ganó un récord de 15 títulos de Grand Slam cifra que ha elevado a 17 desde entonces en Wimbledon en 2009, parecía dar por terminada la perenne discusión sobre quién es el mejor tenista de todos los tiempos. Entonces Rafael Nadal la volvió a avivar.
Al derrotar a Federer en su mejor momento en Wimbledon en 2008 y conquistar el Abierto de Estados Unidos en 2010 para tener campeonatos en los cuatro Grand Slams, además de su récord de nueve coronas en el Abierto de Francia, el zurdo español se metió en la conversación.
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Con una victoria el domingo en la final de Roland Garros frente Andy Murray, Novak Djokovic también se sumaría al debate. No sólo porque le daría la colección completa de títulos en los cuatro majors, sin la cual ningún jugador puede pretender estar entre los mejores de la historia, sino porque lograría una hazaña inusual que eludió a Federer y Nadal: ganar cuatro torneos de Grand Slam de manera consecutiva.
Extender ese dominio y consistencia a la arcilla de la cancha Philippe Chatrier, donde Djokovic ha sido derrotado tres veces en la final, no sólo le daría un duodécimo título de major, sino que dejaría claro que el jugador que alguna vez batalló con dolencias reales e imaginarias al comienzo de su carrera se ha vuelto tan intocable que incluso la marca de 17 campeonatos de Grand Slam de Federer no es inalcanzable.
Cualquier argumento de que Djokovic sería un campeón meritorio porque no enfrentó a Nadal, que se retiró con una lesión en la muñeca izquierda, o Federer, quien se quedó en casa con un dolor espalda, se volvería completamente inválido si se considera la calidad de su oponente del domingo.
Murray, quien sería el primer campeón británico en el Abierto de Francia desde Fred Perry en 1935 si derrota a Djokovic por tercera vez en una final de Grand Slam, algunas veces da la impresión de que basa su juego más en voluntad que talento.
Pero el escocés, tan iracundo en la pista y tan normal fuera de ella, tiene el arsenal completo de tiros y la mentalidad tenística necesaria para romper las defensas de Djokovic. Tiro a tiro desmanteló, en lugar de sólo vencerlo, a Stan Wawrinka en las semifinales, impidiendo al campeón del año anterior encontrar su ritmo en una actuación de 6-4, 6-2, 4-6, 6-2 que el siete veces ganador de majors, Mats Wilander, describió como «la más grande obra maestra táctica que he visto en Roland Garros».
Murray ha pasado mucho más tiempo en la cancha 17 horas y 50 minutos que Djokovic (12 horas y 54 minutos) en este Abierto lluvioso, en parte debido a sus batallas de cinco sets en la primera y segunda ronda. Aunque se encuentra en excelente estado físico, ese esfuerzo extra podría pesar en Murray si la final se convierte en otro maratón de cinco sets como su semifinal en Roland Garros del año anterior, ganada 6-3, 6-3, 5-7, 5-7, 6-1 por el igualmente en forma jugador serbio.
Mentalmente, ninguno tiene una ventaja clara: Murray se beneficia de saber que ganó su último encuentro en arcilla 6-3, 6-3 en la final de Roma el mes pasado; Djokovic puede recurrir a la inspiración de haberlo vencido en la final del Abierto de Australia en 2016, 2015, 2013 y 2011. Murray ganó sus otros dos duelos de campeonato en Grand Slam: en Wimbledon en 2013 y, en otro encuentro a cinco sets, en el Abierto de Estados Unidos de 2012.