Llegó la final de la Liga de Campeones entre Real Madrid y Atlético de Madrid, y el máximo goleador del Mundial de Brasil 2014 no formó en el equipo titular del conjunto merengue.
La suplencia del sábado en San Siro no fue una sorpresa para el colombiano James Rodríguez, pues tampoco venía formando habitualmente en el once inicial del Madrid en la liga española, donde su rol fue menguando conforme avanzaron las jornadas.
El oriundo de Cúcuta sí mantenía la ilusión de que su notable estadística en finales, con seis triunfos de las ocho disputadas a lo largo de su carrera, acabara pesando en la valoración del técnico, Zinedine Zidane, de cara a usarlo como alternativa tras el descanso.
Pero la segunda mitad arrancó de nuevo con el organizador de 24 años en la banca.
Empató el Atlético el gol inicial de Sergio Ramos, y «Zizou» dio entrada a Danilo, Isco Alarcón y Lucas Vázquez.
James no se movió de su asiento.
Con el cupo de cambios agotado, el colombiano tampoco ingresaría en la prórroga, y solo pisaría la cancha para celebrar la undécima Copa de Europa del Madrid tras la tanda de penales que vivió con suspenso desde la lejanía, hasta la conversión del lanzamiento definitivo por parte de Cristiano Ronaldo.
«Me hubiera gustado jugar, pero creo que hice fuerza para que el equipo ganara», dijo James tras figurar en la foto de celebración. Eso sí, en lugar preferente junto a la copa y abrazado al arquero costarricense, Keylor Navas.
No fue el único colombiano en sufrir la suplencia en una final europea. En 2002, Edwin Congo también vivió desde la sombra la novena del Madrid, y en 2010 fue el central Iván Córdoba quien celebró la victoria del Inter de Milán sin disputar un solo minuto.
Se da pues la circunstancia de que ningún futbolista originario del país cafetero ha jugado una final de Champions, pero el dato resulta especialmente desconcertante en el caso de James, fichado hace dos temporadas por el Madrid con el cartel de talento emergente y el panorama aparentemente despejado para su explosión definitiva.
El centrocampista creativo, que brilló antes en Porto y Mónaco, hizo fácil lo difícil, pues completó una primera campaña de ensueño, en que disputó 46 partidos oficiales, marcó 17 goles -algunos de bellísima factura- y sedujo con su zurda de seda a la exigente afición del estadio Santiago Bernabéu.
Su sintonía con Cristiano era total, gozaba de la plena confianza del entonces técnico, Carlo Ancelotti, y sus compañeros valoraban su esfuerzo en acatar responsabilidades defensivas.
Pero el Madrid no celebró más títulos que el Mundial de Clubes, y Florentino Pérez, el mismo presidente que se encaprichó en su día de James, cesó a Ancelotti, entrenador muy apreciado por el plantel, y apostó por la meticulosidad de Rafa Benítez.
El técnico madrileño y el jugador latinoamericano no congeniaron desde el inicio, y este se tomó como afrenta personal unas declaraciones de Benítez en noviembre, en que deslizó que el futbolista andaba fuera de forma después de haber disputado la Copa América con su selección, retrasado su incorporación a la pretemporada madridista, y sufrido una lesión muscular en septiembre.
«Ya habéis visto todos cómo está James. Le falta mucho trabajo y tiempo para recuperar su nivel», señaló Benítez tras una derrota por 3-2 ante el Sevilla en la liga, aparentemente poco impresionado por el gol que anotó el volante tras ingresar de suplente.
Abierta la veda, James devolvió el dardo días después, cuando marcó un gol en la igualada de Colombia, 1-1 contra Chile.
«Cuando no estoy acá, sufro mucho. Para que sigan hablando de que no estoy bien», espetó a los medios de su país.
Cada vez menos involucrado en los planes del timonel, la situación pareció dar un vuelco en favor de James en diciembre, cuando Pérez relevó a Benítez por Zidane, quien de inmediato se acercó al cafetero y dedicó también elogios a Isco, el otro mediocentro creativo ninguneado por el destituido entrenador.
«Los dos son muy buenos, son jugadores importantes. Hay que darles cariño y confianza», expresó entonces.
Pero, pese a unos inicios alentadores bajo la tutela del estratega francés, el rol de James volvió a menguar, y el futbolista no logró revertir la tendencia, hasta desaparecer por completo en el tramo decisivo de la temporada y ejercer de mero espectador en la final de la Champions.
Falto de ritmo y confianza, James nunca se enganchó al juego del Madrid.
Participó en 21 de los 27 partidos dirigidos por «Zizou», aunque en solo una docena arrancó desde el vamos, apenas completó cinco, y contabilizó cinco goles, dos dianas más que en la etapa de Benítez, cuando formó nueves veces en el once de los 14 cotejos en que estuvo disponible.
El jugador rápido de mente y pies, incisivo con la pelota y sacrificado sin ella había dado paso en su segunda campaña en la entidad a un futbolista ramplón, lento y torpón, enredado en sí mismo, sin capacidad de encontrar la luz que le exigía con creciente urgencia el Bernabéu.
Poco dados a las segundas oportunidades, los aficionados merengues le reprocharon cada vez más sus decepcionantes actuaciones, deteriorando su idilio inicial hasta derivar en sonoras pitas, sin duda alimentadas por los rumores sobre sus correrías nocturnas en la capital española.
Tampoco ayudaron los murmullos de su entorno más cercano exigiendo respeto, un incidente con la policía por exceso de velocidad en enero, o las incendiarias palabras de Cristiano en febrero, cuando el portugués explotó tras perder en la liga contra el Atlético.
«Si todos estuvieran a mi nivel, igual estábamos los primeros», denunció el astro, sin ocultar su malestar.
Al final, James acabó el año con Zidane de la misma manera como lo empezó con Benítez, siendo suplente en la primera fecha liguera, un insulso empate sin goles en cancha del modesto Sporting de Gijón.
La diferencia radica en que, entonces, el colombiano gozaba de amplio crédito en el equipo merengue, mientras que ahora su mención genera todo tipo de especulaciones en torno a su futuro.
«Ha sido una temporada extraña. De las cosas malas siempre se aprende. Hay que dejar todo atrás y esperar que la siguiente será todo bueno», expresó tras la conquista de la undécima Copa de Europa, sin descifrar sus intenciones. «Mi idea es estar muchos más años aquí, pero en el fútbol nunca se sabe».
Tras dos horas largas de tensión, frustración y celebración agridulce, James debió buscarse un hueco en la foto conmemorativa, quien sabe sí la última oficial con la camiseta del Madrid.