Malacostumbró a todo el mundo.
A lo largo de dos décadas, Peyton Manning destrozó defensas con la precisión de un cirujano, fijó todo tipo de récords y regresó tras sufrir una lesión en el cuello que se suponía ponía fin a su carrera.
Y todo para esto.
Cojeando, crujiendo, casi arrastrándose al final de su 18va temporada en la NFL, cambió su estilo. Dejó de ser la figura dominante que imponía su voluntad. A los 39 años se puso al servicio del equipo e hizo todo lo necesario para cumplir el objetivo.
Y coronó la campaña, y probablemente su carrera, con una victoria 24-10 sobre los Carolina Panthers en el Super Bowl.
Con escasos 13 pases completos y 141 yardas, no fue una actuación deslumbrante. Lejos de ello. Pero alcanzó para que el Super Bowl volviese a Denver.
«El legado de Peyton no me preocupaba demasiado», comentó su padre, Archie. «Su legado es que fue un buen quarterback. Salía al terreno y se esforzaba. Mucha gente dice que cambió la forma en que se juega este deporte. Pero no tiene nada de malo terminar 2-2 en el Super Bowl en lugar de 1-3».
Esas dos derrotas son una pesadilla para Manning, que hasta ahora había ganado un solo clásico, el del 2007, con los Colts. Pero sentía que no había ganado suficientes títulos. No se conformaba con todas sus marcas (71.940 yardas en pases, cinco veces fue elegido el más valioso de la liga, 200 victorias…).
Ahora tiene dos títulos y es uno de apenas 12 mariscales que han ganado más de un Super Bowl.
Otro de los que lo hizo fue John Elway, hoy ejecutivo de los Broncos que se jugó y contrató a Manning en el 2012, después de que se había sometido a una delicada operación en el cuello, diciendo que no tenía un plan B.
Manning respondió acumulando casi 15.000 yardas en las siguientes tres temporadas y llevándolos al Super Bowl hace dos años. Pero por entonces los Broncos no eran un equipo completo y sufrieron una paliza 43-8 ante los Seattle Seahawks.
De inmediato se comenzó a reforzar la defensa y los resultados se hicieron visibles hacia la mitad de esta temporada, en que se convirtió en una aplanadora.
El brazo de Manning, no obstante, ya no era el mismo y sufrió 17 intercepciones, cifra máxima de la NFL, en ocho partidos y medio antes de sufrir un tirón en la pierna izquierda y ser relegado al banco.
«Pasaron muchas cosas que nunca había experimentado esta temporada», expresó Archie. «Incluso fue suplente, algo que jamás había sido».
En el último partido de la temporada regular ingresó desde el banco y recuperó la titularidad. El equipo logró ajustadas victorias ante Pittsburgh y New England en los playoffs, y acto seguido superó a Carolina en un buen ejemplo de lo que puede hacer un quarterback que ya no tiene todas sus facultades para conducir a su equipo a la victoria.
Fue derribado y hostigado todo el encuentro. Solo 13 de los 23 pases que intentó llegaron a destino. Algunos fueron muy desviados, otros no tenían fuerza.
Pero si hay algo que todavía le funciona es la cabeza. Sabe exactamente cuándo gritar «Omaha, Omaha» y cambiar la jugada, y cómo salir de atolladeros, evitando errores y dejando que la defensa se encargue de todo.
«Ha sido una temporada única. Seguramente están cansados de escucharme decir esto, pero traté siempre de pensar en el juego siguiente y en nada más», expresó Manning.
El próximo paso es previsible.
Manning da toda la sensación de ser alguien listo para jubilarse. Después de la final de la Conferencia Americana se presentó a una conferencia de prensa con sus dos hijos. Ha hablado con todos sus técnicos. El sábado por la noche pronunció un emotivo discurso que pareció una despedida.
Seguramente no anunció que se retira después del Super Bowl para no robarle protagonismo a sus compañeros después de la conquista del título.