Tranquilo, señor Marichal, ya no estará solo en Cooperstown. Y su acompañante llegará al ritmo de la música caribeña.
Pedro Martínez tendrá desde el domingo su placa de bronce en el Salón de la Fama, y el ex lanzador asegura que llega como representante de toda Latinoamérica y para hacer compañía a Juan Marichal, hasta ahora el único dominicano en el templo del béisbol.
«Me expresó que ya era hora que él tuviera alguien al lado en Cooperstown, y gracias a Dios yo he llegado a hacerle compañía y a mantenerlo abrazado como debe ser», relató Martínez el sábado en la víspera de la ceremonia en la que será exaltado junto con Randy Johnson, John Smoltz y Craig Biggio.
Marichal ingresó al Salón de la Fama en 1983, luego de una magistral carrera de 16 años en las mayores, principalmente con los Gigantes de San Francisco. Desde entonces, sólo cuatro latinoamericanos fueron exaltados por votación de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Estados Unidos o el comité de veteranos: el venezolano Luis Aparicio (1984), el cubano Tany Pérez (2000), y los puertorriqueños Orlando Cepeda (1999) y Roberto Alomar (2011).
Sin contar los jugadores de la primera mitad del siglo 20 que ingresaron por su participación en las Ligas Negras, el Salón de la Fama tendrá ocho latinoamericanos a partir del domingo: Martínez, Marichal, Aparicio, Pérez, Cepeda, Alomar, el panameño Rod Carew y el puertorriqueño Roberto Clemente.
«Represento a toda Latinoamérica», señaló el ex lanzador de 43 años y oriundo de Manoguayabo, un pueblo a las afueras de la capital dominicana.
Martínez dijo que el viernes conversó con la viuda y los hijos de Clemente, el máximo ídolo del béisbol de Puerto Rico que falleció el 31 de diciembre de 1972 cuando se estrelló un avión en el que viajaba para llevar ayuda a los damnificados de un terremoto en Nicaragüa.
«Yo he analizado mucho la vida de Clemente y entiendo por qué se comportaba de la manera que se comportaba y como lo hacía, y cómo luchaba por la igualdad para todos nosotros los latinos», comentó. «Me identifico mucho con él, porque yo soy una persona que expresa sus emociones, que dice lo que siente y que defiende su raza latina».
«Para mí más que representar a la República Dominicana y Latinoamérica, es un compromiso personal», acotó.
Martínez dijo que ese sabor latinoamericano se sentirá el domingo en la ceremonia de exaltación en este pequeño y apacible pueblo en el norte del estado de Nueva York. En la actividad se espera la presencia de cientos de dominicanos del cercano estado de Massachusetts, donde jugó siete temporadas y se convirtió en ícono de los Medias Rojas de Boston, al igual que de Nueva York, la segunda ciudad con mayor población dominicana en el mundo después de Santo Domingo, y donde el derecho lanzó cuatro años con los Mets.
Martínez dijo que él pagó el viaje a más de cien personas que vendrán desde República Dominicana.
«Yo le advertí a la directiva del Salón de la Fama, a los veteranos, a todos, que esta va a ser una inducción un poquito diferente», indicó. «Tambora, güira, ruido, ese calor que nosotros representamos del Caribe, de Puerto Rico, la bomba y plena, la salsa, la bachata. Todo eso viene a presentarse aquí a Cooperstown».
Martínez cree que el Salón de la Fama no tendrá que esperar otros 32 años para tener una fiesta dominicana, ya que Vladimir Guerrero será candidato para exaltación en 2017. Además, espera que su amigo y ex compañero en Boston, David Ortiz, también ingrese cuando cuelgue el bate.
«En seguida David se retire, a los cinco años, David y Vladimir Guerrero, que ya en dos años se aproxima, pueden ser los que le sigan a Pedro Martínez en el Salón de la Fama», apuntó.
Quienes quizás nunca lo acompañen serán toleteros dominicanos como Manny Ramírez (candidato para 2017), Alex Rodríguez (activo) y Sammy Sosa (en la papeleta desde 2013), dueños de estadísticas dignas del Salón de la Fama, pero con sus reputaciones arruinadas por sus vínculos con el uso de esteroides.
Martínez señaló que antes de analizar los méritos de esos tres jugadores, habría que considerar a leyendas como Pete Rose, marginado del béisbol por apuestas, o Barry Bonds y Roger Clemens, que tampoco han ingresado al Salón de la Fama por la sombra del dopaje.
«Nuestros colegas, por más latinos, por más queridos que sean en nuestros corazones, van a tener que esperar lo mismo», apuntó.