La imagen de un feroz oso ruso ha sido desde hace mucho tiempo un símbolo del poderío de Moscú a los ojos de Occidente. Pero el oso que está conquistando el mundo por estos días es un animalito inofensivo, medio torpe, que no ha disparado un solo tiro.
Masha y el Oso, una serie de dibujos animados rusa estrenada en el 2009, se transmite hoy en más de 120 países, incluido Estados Unidos. Su canal de YouTube está entre los diez más vistos en todo el mundo. Y mientras que las gigantescas industrias petrolera y de gas natural rusas sufren con la caída de los precios, la productora de la serie, Animaccord, registra aumentos anuales de 40% en sus ingresos.
La serie se basa en una fábula rusa y gira en torno a una pícara niña llamada Masha y un oso enorme, que dejó de trabajar en un circo por su avanzada edad y que vive metiéndose en líos por culpa de la pequeña. La trama transcurre en una localidad rural idealizada.
El programa se arma en un antiguo jardín de infantes de la era soviética en las afueras de Moscú. Allí, más de 70 animadores producen cada uno de dos a cuatro segundos de programa diarios.
Es un trabajo delicado porque las imágenes tienen muchos detalles, algo inusual en una serie televisiva. Las imágenes generan un efecto de 3D y son tan precisas que los televidentes pueden contar los dientes de la pequeña boca de Masha. Es un proceso lento y costoso. Cada episodio de seis minutos cuesta hasta 250.000 dólares.
El animador Andrei Belyayev puede pasarse horas ensayando expresiones para el rostro de Masha cuando ingresa a la casa del oso para anunciarle una visita inesperada. Los animadores son muy puntillosos y están pendientes de los detalles más mínimos, como la comida en una nevera y las flores en el jardín.
Los chicos son televidentes muy exigentes, afirmó Belyayev en una entrevista reciente. Piensas mucho cómo contar la historia y cómo mostrar la escena desde una perspectiva que no aburra a los chicos que la ven 10 o 100 veces.
La industria de películas animadas gozó de mucha libertad en la era soviética. Las autoridades pensaban que eran algo insignificante y no aplicaron censura. A pesar de la creatividad de la industria, los dibujos animados no eran conocidos afuera de los países rusoparlantes hasta que llegó Masha y el Oso.
El creador de la serie, Oleg Kuzovkov, al igual que tantos otros animadores rusos, trabajó en Los Ángeles tras la caída del bloque soviético en la década de 1990 y regresó en el 2003. Sigue pasando parte del año en Los Angeles y todo el trabajo de preproducción de la serie, incluido el guion, se hace en California.
«En Moscú no hay ciertos tipos de profesionales, como los especialistas en el guion gráfico», declaró Kuzovkov por teléfono desde Los Ángeles.
Mientras que algunas empresas rusas, sobre todo energéticas, se quejan de un trato injusto en Occidente, los creadores de Masha dicen que no han tropezado con discriminación alguna.
«No hay animosidad ni rivalidad. (En Estados Unidos) nadie trata de proteger su mercado de dibujos animados de la competencia extranjera», manifestó Kuzovkov. «Cuando ven algo único, inusual, que ellos no tienen, lo aceptan».
A diferencia de muchas empresas rusas, Animaccord no depende de subsidios del gobierno.
«Ellos tienen sus propias jerarquías allí», señaló. «Yo no soy parte de eso y no quería perder tiempo peleándome con otros por un lugar en la mesa».
En el 2015 Masha y el Oso ganó el prestigioso premio Kidscreen al mejor programa animado y fue incluido en la lista de los 250 programas «destinados a ser clásicos» de la revista Animation Magazine.
El programa fue primero un éxito de la crítica y luego un éxito comercial. En el 2013 generó el equivalente a 4,3 millones de dólares, según la publicación económica RBC. Animaccord no habló de sus ganancias, pero el director ejecutivo Dmitry Loveyko dice que sus ingresos han aumentado un 40% por año.
Aproximadamente dos tercios de los ingresos que recibe Animaccord de YouTube provienen de afuera de Rusia, según Loveyko. En agosto pasado, Animaccord selló un acuerdo con Netflix para distribuir la serie en Estados Unidos.
La empresa se queda también con 60% de los ingresos generados por la venta de productos alusivos a la serie.
Kuzovkov dice que no deja de sorprenderse por el éxito de la serie de la niña con un solo diente.
«Fue concebida como algo de consumo local, dirigido a una audiencia rusa, aunque con un nivel digno de la industria animada estadounidense», expresó. «La atmósfera, el televisor, el teléfono, son todas cosas de mi infancia. Ese mundo es mi mundo, pero para ellos es un estilo nuevo».