La pregunta debería ser, más bien, ¿cuándo y cómo nos deshicimos de la piel de nuestros antepasados para quedarnos con nuestra actual piel “sudorosa”? Los mamíferos peludos utilizan la lengua para regular su temperatura corporal. Otros animales, como lagartos, anfibios e insectos tienen otros comportamientos que ayudan a mantenerlos frescos. Los humanos, sin embargo, están en una categoría propia. Somos el único mamífero que depende del sudor. En algún momento en el pasado de la evolución probablemente también jadeábamos para favorecer la termorregulación. Nuestros parientes más cercanos, los primates, como chimpancés y gorilas, descargan el exceso de calor corporal de esa forma, por lo que es lógico pensar que los primeros antepasados humanos también lo hicieran.
Todo el proceso de enfriamiento en mamíferos tiene que ver, en gran medida, con el calor que se necesita para convertir el agua de líquido a vapor y la energía que se pierde al hacerlo. Los animales peludos jadean para tomar aire y usan ese aire para disipar el calor del cuerpo. Sin embargo, algo cambió a lo largo de nuestra evolución que alteró cómo nos termorregulamos como especie y optamos por una única vía. El gran problema de la ciencia es adivinar por qué.
Hay distintas teorías, claro. Una posibilidad es que esa limitación nos permitiera explorar un nicho libre de depredadores. Si te refrescas como lo hace un humano puedes salir durante los períodos más calurosos del día, cuando la mayoría de los depredadores se van a esconder del calor. Así, bajo un fuerte calor radiante podríamos sudar para refrescarnos y explotar un nicho que de otro modo no estaría disponible. Otra hipótesis es que hace unos 2 millones de años, con el inicio del género Homo, los seres humanos comenzaron a desarrollar adaptaciones que los convirtieron en buenos corredores de resistencia. Esto les permitió practicar caza persistentemente y mejorar la recolección, cuya exigencia provocaba un calor corporal que necesitaba ser compensada.
Los seres humanos no son la única especie que suda, pero nuestro sudor difiere del de las demás. Tenemos glándulas sudoríparas que secretan agua sobre la superficie de la piel. Los caballos también, pero su glándula es diferente. Estas se llaman glándulas apocrinas, común en animales corredores, y se asocian con el pelo en la piel de un équido. No segregan agua, sino más bien una mezcla de agua, lípidos, grasas y proteínas; les sirve, pero el principal mecanismo del caballo para refrescarse sigue siendo el jadeo. Los reptiles, anfibios e insectos tienen distintos mecanismos, pero principalmente buscan un área más fría o cálida según necesidad. Pero para un lagarto o cualquier animal que vive en un clima caliente y seco la sudoración es fatal, porque tendrían que reponer el agua en sus cuerpos de alguna manera.
Uno de los principales acontecimientos que ocurrieron en la evolución de los reptiles fue la manera de retener el agua, por eso tienen esa piel pesada, gruesa y escamosa. Es una piel que les permite tener una barrera para no perder líquidos. Sin embargo, a veces usan un enfriamiento similar al de otros animales. Si hay temperaturas potencialmente peligrosas, abren su boca para permitir que las membranas de la boca, que son muy húmedas, tengan cierta evaporación a través de las mismas, lo que refresca la cabeza desde abajo evitando que el cerebro se sobrecaliente.
Sin embargo, en el hombre, con cierta moderación, pasar calor… ¡es bueno! Siempre que seamos capaces de sudar, claro. Hay estudios de científicos japoneses de 1930 y 1940 que demostraron que el lugar en donde pasas los primeros dos años de vida dicta cuántas de las glándulas sudoríparas con las que naciste se van a activar, lo que hace que la sudoración sea muy importante. Por ello, mantener a los niños bajo aire acondicionado constante puede llegar a afectar su capacidad de termorregulación más adelante en la vida. Por lo que, puede que no podamos certificar la causa exacta por la que hemos desarrollado la capacidad de sudar, pero si hace un poco de calor tampoco está de más sacar a los pequeños de casa en verano para que aprendan a sudar y a regularse y así sus glándulas estén plenamente activas en un futuro.