Así la llama quién la descubre, un fotógrafo que se ha pasado la vida buscando la belleza en bruto, esa esencia de glamour sin mucho maquillaje pero con gran contenido visual que impacta. Las llama «Cenicientas«, dos jóvenes nicaragüenses que resaltan por su belleza natural.
Claudio Lovo, nicaragüense de origen leonés, es un fotógrafo que encontró su amor por las imágenes a los 13 años. En su vida ha hecho de todo, desde documentales de comida hasta fotos para chefs en los Estados Unidos.
Lovo hizo su primer estudio fotográfico en los años 80 en Houston, en donde incursionó en la fotografía pero siempre especializado en la comida. Tras años de trabajo televisivo y fotográfico se retiró y decidió pasarlo en su país natal.
¿Cómo encontró a las cenicientas?
En una salida de paseo al departamento a Estelí en el año 2013 pasó por los puestos de verduras y frutas de Sébaco, donde buscaba las acostumbradas legumbres y verduras baratas que se ofertan y al verla se impactó y lo primero que hizo fue fotografiarla.
Al inicio los padres de la primera «Cenicienta» se mostraron reacios y dudaban de Lovo, pero tras varias visitas y una oferta de apoyo para un problema auditivo de esta bella chavala, se logró un acuerdo para hacer la primera sesión de fotos.
La Cenicienta 1 es un diamante en bruto
La primera sesión fue práctica, dos vestidos en una tienda cerca del estudio, un poco de polvo traslúcido y su respectivo labial fueron los únicos retoques de belleza que aplicó Claudio a esta jovencita.
La segunda Cenicienta cautiva
La segunda joven se llama Mabel. Cuando se tomó su foto apenas rondaba los 13 años y la historia de esta niña oriunda de La Paz Centro causó mariposas en el estómago del fotógrafo, pero por desgracia el contacto solo se dio en una ocasión.
Después de dos años de trabajo intenso en su estudio fotográfico, Lovo decidió buscar a la «Cenicienta Dos» pero en esta ocasión ya era mamá. Un detalle, la joven siempre ha mantenido su belleza natural intacta.
A como ven, la belleza de la mujer nicaragüense se encuentra en todos los rincones de nuestra bella patria, sin importar el origen o el estrato social al cual pertenezcan, porque la verdadera mujer pinolera tiene esa hermosura natural, esa que nace de adentro y que es parte de nuestra idiosincrasia, cultura e identidad nacional.