El Papa Francisco ofició el sábado una misa para una multitud inusualmente pequeña de apenas unos pocos miles de personas en Georgia, en servicio que fue empañado por la ausencia de una delegación de la Iglesia Ortodoxa del evento.
La población de Georgia, una ex república soviética, es mayoritariamente cristiana ortodoxa y menos de un 1 por ciento de sus habitantes son católicos, según cifras oficiales.
No obstante, los organizadores del evento esperaban una participación mucho mayor que las cerca de 3.000 personas que llegaron a la misa en un estadio con capacidad para 25.000 en la capital georgiana, Tiflis. Fue una de las menores concurrencias registradas en una misa papal en los 16 viajes al exterior realizados por el Sumo Pontífice hasta el momento.
En otro revés, no participó una delegación que representaría al Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Georgiana, Elías II, que el Vaticano esperaba que asistiera a la misa.
La Iglesia Ortodoxa, cuenta con unos 250 millones de fieles, se escindió de Roma en el cisma de 1054 que dividió al Cristianismo en una rama oriental y otra occidental.
Un pequeño grupo de fieles ortodoxos georgianos de derecha han estado protestando contra la visita del Papa, con pancartas que dicen «El Vaticano es un agresor espiritual» y «Papa, archihereje, no eres bienvenido en la Georgia Ortodoxa«.
En un aparente esfuerzo por aplacar sus temores, Francisco dijo en una reunión de sacerdotes y monjas que no deberían sentir que tenían una misión para convertir a fieles ortodoxos y afirmó que eso sería «un gran pecado». «Nunca traten de practicar el proselitismo contra los ortodoxos. Son nuestros hermanos y hermanas», sostuvo.
Pese a las diferencias teológicas entre ambas iglesias, Francisco tuvo tres reuniones cordiales con el patriarca Elías, de 83 años, y en febrero de este año tuvo un histórico encuentro con Cirilo, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa.