Al niño de 14 años Malik Causey le encantaba la manera como las pandillas tomaban lo que querían de la gente en las calles, la manera como los pandilleros se protegían el uno al otro, la manera como podían convertir las drogas en dinero en efectivo y los billetes en pantalones de mezclilla de 400 dólares.
Su madre trató de detenerlo. Lo sacó de las casas donde no tenía que estar. Mintió a la policía, diciéndoles que Malik la había golpeado para que lo encarcelaran y así mantenerlo a salvo, por un tiempo.
Pero el 21 de agosto, Monique Causey se despertó y descubrió que su hijo se había escapado de la casa. Antes de que lo pudiera encontrar, alguien lo mató de un tiro en la nuca, a solo unas cuadras de su casa.
«Me acerqué y lloré, y le dije que le había dicho que no sobreviviría», relató Causey. «Pero estas peleas, ataques a personas… todo esto es divertido para ellos. Es lo que les gusta hacer, ¿sabes?, así que, ¿cómo los puedes detener?».
Malik Causey fue una de las 91 víctimas de homicidio que hubo en Chicago en agosto, el mes de mayor mortandad en la ciudad en las últimas dos décadas y un nuevo hito para una metrópolis que se está haciendo conocida por su índice de homicidios. Los homicidios han aumentado 46% en comparación al mismo período del año pasado, superando la marca de 500, un total mayor al de Los Ángeles y Nueva York juntas.
Un análisis de las cifras de agosto indica de manera más clara que nunca quiénes son los que están muriendo en Chicago y qué es lo que hay detrás de esto: creciente violencia en un puñado de los vecindarios más pobres de la ciudad, azotados por pandillas.
Muchachos afroestadounidenses son las principales víctimas. En una ciudad en la que un tercio de la población es negra, la gran mayoría de los muertos en agosto, 71, fueron chicos como Malik, afroestadounidenses. Otros 11 tenía apellidos latinos. Casi la mitad eran adolescentes o tenían poco más de 20 años.
Y más del 70% de los muertos a tiros aparecían en una lista de la policía de Chicago que integra a 1.400 personas consideradas como posibles blancos de violencia en base a su relación con pandillas o antecedentes penales.
Para quienes viven fuera de Chicago, al aumento de muertes podría parecer que la ciudad está plagada de violencia, pero el análisis de agosto muestra se trata más bien de ataques entre pandilleros, y algunos transeúntes como víctimas colaterales.
Ronnie Hutchen, de 28 años, fue una de las primeras víctimas del mes. Reconocido integrante de la pandilla Traveling Vice Lords, era un veterano del pandillerismo en el vecindario de Austin, en el oeste de la ciudad, donde hombres y adolescentes se agrupan a mediodía afuera de casas protegidas por rejas. La mayoría de los que tienen trabajos u otras opciones se han ido.
La policía no sabe por qué alguien le clavó un puñal en el pecho a Hutchen. Pero él había tenido muchos roces con pandillas rivales, y tenía 56 arrestos en su haber en los últimos años, mayormente por casos de drogas y armas. También, de acuerdo con su expediente, Hutchen le dijo a un juez que había usado un micrófono escondido para que agentes federales pudieran escuchar negociaciones en una compra de cocaína.
El vecindario de Englewood, en el lado sur, fue particularmente activo en los asesinatos de agosto. Es una de las áreas más pobres de la ciudad, donde más de 40% de los residentes viven debajo del nivel de pobreza. Este año, los homicidios allí subieron 171% en comparación al mismo período del año anterior.
Englewood está ubicado en uno de los cuatro distritos policiales que representan alrededor de un tercio de los homicidios de agosto.