Dentro de El Pozo, los reos de alta peligrosidad pierden hasta la noción del tiempo. Al menos, eso es lo que se ha logrado observar en las primeras 48 horas, desde que 97 Toros (cabecillas de pandillas y paisas) fueron trasladados a una cárcel de máxima seguridad para impedirles que sigan ordenando sus fechorías en la calle.
Encerrados en una celda de dos por dos metros, los segundos, minutos y horas pasan lentamente. Para quienes purgarán años de sentencia, El Pozo ya es un infierno.
Ahí se encuentran aislados inclusive de sus familiares, de sus apoderados legales e incluso entre ellos. Su recurso es gritar entre sí para comunicarse en un extraño lenguaje en clave, pero más no pueden hacer.
Estos cabecillas de pandillas ya no tienen control sobre lo que pasa en el exterior de la prisión, donde apenas han transcurrido 48 horas, desde que el Presidente de la República, Juan Orlando Hernández, ordenó el aislamiento de 37 jefes de maras y pandillas al nuevo centro penal.
Una pesada puerta, blindada, con cuatro mecanismos de cerrojo y un candado, son el primero de muchos obstáculos hacia la libertad de los presos, asimismo un agente penitenciario vigila cada módulo, desde una cabina especial, construida en el segundo nivel.
Auxiliado por un moderno sistema de video, el agente es asistido por una veintena de cámaras de última generación. A sus espaldas, los controles de luces para celdas, pasillos y duchas.
El aire solo entra a través de una ventana rectangular, reforzada con gruesos barrotes y una rejilla de hierro. Por momentos, el recluso no sabe si reír o llorar. Se mueven inquietos de un lado a otro, confinados en el pequeño espacio que hay entre la pared, una cama de cemento y un urinario de aluminio reforzado.
Los cabecillas de pandillas gritan una y otra vez, pero poco se entiende lo que dicen pues la acústica del módulo lo impide. Queremos hablar con el director, gritan desesperados. Hace calor hermano, hace mucho calor, Esto es un infierno, sáquennos de aquí, responden de otro lado.
El Pozo tiene dos módulos con una capacidad para albergar a 80 reos. En el módulo 1 están los cabecillas de la mara 18, en el módulo 2, los cabecillas de la Mara Salvatrucha, Los Chirizos y uno que otro paisa.
Hay que cruzar cuatro puertas blindadas para acceder a cada módulo de máxima seguridad, desde el recinto para reos comunes.
La comida llega a El Pozo, a través de carretones. Los cocineros las conducen por un pasillo y dejan los carretones frente a dos ventanas especiales. El desayuno se sirve a las 7:00 de la mañana y no es más que frijoles parados, mantequilla, una rodaja de mortadela, un vaso de café y una bolsa de agua.
El almuerzo se sirve a las 12:00 del día y es arroz o espagueti, un vaso de refresco, cuatro tortillas y una bolsa de agua y la cena se sirve a las 5:00 de la tarde con una porción de arroz, frijoles parados, un pedazo de queso, un vaso de café y una bolsa de agua.
Cada reo de máxima peligrosidad tiene derecho a bañarse una vez al día. Las duchas están frente a las celdas y por su condición de peligrosidad, cada ducha es en sí una celda y para sus necesidades fisiológicas, cada recluso recibe un rollo de papel higiénico a la semana.