El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, visitó el martes a los afectados de las históricas inundaciones en Luisiana, defendiendo la respuesta de su administración tras recibir duras críticas por no desplazarse a la zona antes porque estaba de vacaciones.
Con botas de marcha y la camisa remangada, Obama aterrizó en Baton Rouge, capital de este estado sureño, y recorrió una localidad muy afectada y cubierta de escombros, prometiendo a los habitantes que recibirán toda la ayuda que necesitan.
Las torrenciales lluvias de mediados de agosto dejaron al menos 13 muertos, más de 100.000 personas se registraron para recibir asistencia de emergencia y hubo cuantiosos daños materiales.
El mandatario detalló las ayudas que aportó el gobierno federal en respuesta a la tragedia, un total de 127 millones de dólares para alquileres temporales, reparaciones de casas y seguros por inundación, e insistió en la buena reacción del Ejecutivo.
«No podría estar más orgulloso de lo que hizo la FEMA«, la agencia federal encargada de las operaciones de rescate, afirmó Obama, asegurando que su visita no se resumía a «tomarse una foto» y que sería seguida de meses de ayuda después de la crisis.
El presidente quiso mostrar su implicación en la tragedia después de haber sido criticado por quedarse durante las inundaciones en Martha’s Vineyard (noreste), donde pasó las vacaciones familiares.
Basta «observar las calles, sin mencionar el interior de las casas. La gente vio sus vidas transformadas por estas inundaciones«, dijo Obama durante una conferencia de prensa.
El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, visitó el viernes pasado a las víctimas y lanzó: «Francamente, Obama debería dejar el campo de golf y venir aquí».
Pero la alusión del multimillonario republicano «obviamente no es» la razón por la cual el presidente decidió ir a Luisiana, aseguró este lunes su portavoz, Josh Earnest.
La FEMA señaló que hasta 79 centímetros de lluvia cayeron en algunos lugares en este estado costero, particularmente pantanoso situado en la desembocadura del Misisipi.
Los magnitud de los daños causados por las inundaciones resurgieron los dramáticos recuerdos del huracán Katrina, que devastó ese estado y dejó 1.800 muertos en 2005.
Clinton y Trump
En aquel momento, el presidente George W. Bush fue criticado por la lentitud de su respuesta y las imágenes en las que se le veía sobrevolando las zonas devastadas de Nueva Orleans se volvieron emblemáticas de la indiferencia de la que fue acusado frente a la tragedia.
Esta vez, fue desplegada la Guardia Nacional, el gobierno federal hizo todo lo posible para demostrar que se había activado lo más rápido posible y se declaró rápidamente el estado de desastre en 22 de los 64 condados de Luisiana, lo que permitió desbloquear la ayuda federal.
«La respuesta del gobierno federal ha sido eficaz», insistió Earnest.
A poco más de dos meses de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, la reacción de los dos candidatos ha estado bajo un cuidadoso escrutinio.
El gobernador demócrata de Luisiana, John Edwards Bel, había dicho que la visita de Donald Trump era bienvenida «con la condición de que no se trate sólo de posar para las fotos».
El gobernador también justificó la decisión de Obama de no ir allí antes, argumentando que una visita presidencial exige tales medidas de seguridad que necesitaría disponer de policías que estaban ocupados en ayudar a los damnificados.
Un argumento que también esgrimió la candidata demócrata Hillary Clinton, al decir que prefería darle tiempo a los servicios de rescate para hacer su trabajo, aprovechando para hacer una crítica implícita a la ida de su oponente republicano.
«Me he comprometido a visitar a las poblaciones afectadas por las inundaciones cuando la presencia de un equipo de campaña electoral no perturbe las operaciones» de rescate, dijo, instando a colaborar con donaciones a la Cruz Roja.
Luisiana vota tradicionalmente a favor del Partido Republicano en las presidenciales. El último demócrata en ganar en Luisiana fue Bill Clinton frente a Bob Dole en 1996.