Un grupo de científicos ha descubierto 14 especies nuevas de un pez capaz de nadar cerca de la orilla pero que también se encuentra en los más profundos rincones del océano.
El descubierto de los peces de la familia liparidae se realizó cerca de Alaska, en las Islas Aleutianas, que separan el estrecho de Bering del resto del océano Pacífico.
Jay Orr, un biólogo que trabaja con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés), muchas veces ha arrojado sus redes al océano en esos mares y se encuentra con criaturas que no conoce y a las que le debe dar nombre.
Hay otra docena de esos peces liparidae que aún no han sido bautizados. Se prevé que se hallarán especies adicionales a medida que los científicos pasan más tiempo investigando zonas como el Valle de Bering, que está a entre 240 y 1.500 metros de profundidad (entre 800 y 5.200 pies), o la Trinchera Aleutiana, que está a 7.800 metros (25.663 pies) de profundidad.
«Creo que apenas estamos comenzando a descubrir estas especies que merodean por el fondo del mar», expresó Orr desde su oficina en Seattle.
Orr, junto con sus colegas, estudian la diversidad de la fauna submarina para el Centro de Estudios de Pesca de Alaska, el brazo de investigación del Servicio Nacional de Pesca de la NOAA. Esa dependencia se encarga de estudiar la vida marina frente a Alaska y la costa occidental de Estados Unidos.
Cinco buques con seis científicos en cada uno registraron las aguas de Alaska a finales de junio. Los científicos vigilan las aguas debajo del Estrecho de Bering, ya sea en las Islas Aleutianas o en el Golfo de Alaska.
Sus hallazgos sobre la abundancia de peces son usados en modelos matemáticos para calcular la población de peces a nivel mundial.
Los científicos colocaron una red de 40 metros (131 pies) de ancho que atrapa a todo lo que esté en el lecho marino. Una tonelada de peces es una cifra promedio. Con lo que encuentran no sólo reciben datos importantes sobre los peces sino también sobre la constitución del suelo, como por ejemplo la existencia de esponjas que indicarían una superficie dura.
Hace 15 años, el científico Michael Martin propuso un pequeño cambio: erigir una red de apenas 2 a 3 pies de ancha (entre medio metro y un metro), al frente de la red más grande.
«Nos dimos cuenta de que no estábamos recabando una información confiable del sustrato sobre el cual navegábamos, que nos estábamos perdiendo algunas cosas en los lugares adyacentes a lo que recogía la red más grande», dijo Orr. «Es por eso que uno de los colegas decidió añadir la otra red, principalmente para poder ver mejor el sustrato».