Arturo, el último oso polar que quedaba en Argentina, falleció a punto de cumplir los 31 años en el cuestionado zoológico de Mendoza, a miles de kilómetros de su hábitat natural, el Ártico.
Nacido en cautividad en 1985 en Colorado (Estados Unidos), el animal murió el domingo a causa de un cuadro clínico terminal debido a su avanzada edad. Su deceso reaviva la polémica por las malas condiciones de su lugar de residencia, en el que han muerto más de 70 animales en lo que va de año y está sumido en una grave crisis que le ha obligado a cerrar las puertas al público.
Arturo llegó a Mendoza con 8 años. Dos décadas después, perdió a su única compañera, la osa Pelusa, y comenzaron a multiplicarse las noticias sobre su precario estado de salud.
Arturo fue bautizado entonces como «el animal más triste del mundo» y organizaciones ecologistas juntaron más de 400.000 firmas para exigir su traslado a una reserva canadiense. Finalmente no se llevó a cabo, ya que una junta de veterinarios rechazó el traslado por considerar que era demasiado viejo para soportarlo.
Este año, la situación de Arturo empeoró aún más. Perdió el apetito, bajó de peso y empeoraron su visión y olfato, según el diagnóstico de un grupo de especialistas, que en mayo determinó que su estado era «crítico». Los veterinarios analizaban sedarlo para reducir su agonía, pero murió antes de que se decidiesen a hacerlo.
La pérdida del ejemplar más emblemático del zoológico mendocino aumenta la presión sobre las autoridades de esta ciudad argentina para decidir el futuro de este criticado parque y sus 2.000 animales. Una de las opciones que se plantean es cerrar definitivamente el parque y reconvertirlo en un ecoparque, la misma opción recién decidida para el zoológico de Buenos Aires.