Los kamikazes están convencidos de que irán al paraíso después de cometer un atentado, una convicción que los motiva pero no se sustenta en ningún texto, según los expertos.
El martes por la noche, en el aeropuerto de Estambul, un testigo, Oftah Mohamed Abdulá, vio al atacante: «Tenía una bufanda rosa, una chaqueta corta y un fusil escondido. Salió y empezó a disparar a la gente. Andaba como un profeta».
Para ellos el paraíso un tiene carácter «existencial», explica a la AFP el sociólogo Farhad Khosrokhavar, de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS) de París. «Creen ciegamente en él (…) Esta certeza les da una serenidad y una fuerza extraordinaria».
«Algunos contaron que los asesinos del Bataclan (en noviembre en París), por ejemplo, debían estar drogados para estar tan tranquilos y determinados. No es cierto. No lo necesitaban», añade.
Varios supervivientes de la matanza en esta sala de espectáculos afirman que actuaban con calma, a veces con la sonrisa en los labios mientras ametrallaban a una muchedumbre indefensa. Se tomaron muestras de sangre en los cadáveres de los suicidas y nada, no se encontraron sustancias ilícitas.
¿De dónde viene esa creencia? ¿Cómo se les ha inculcado?
En el reportaje «Soldados de Alá», difundido el 2 de mayo por la cadena francesa Canal Plus, el periodista Said Ramzi se infiltra en una célula de aspirantes yihadistas en Francia.
El emir del grupo, un joven francoturco que se hace llamar Osama, le cuenta las mieles que les espera tras una misión suicida, que finalmente no tendrá lugar.
«Hacia el paraíso, ése es el camino», le murmura sonriendo. «Ven, hermano, vamos al paraíso. Nuestras mujeres nos esperan allí, con ángeles como sirvientes. Tendrás un palacio, un caballo alado hecho de oro y rubíes».
Psiquiatría
Además de estos goces, los kamikazes creen que sus acciones abrirán la puerta de los cielos a decenas de familiares suyos por cuya salvación están dispuestos a sacrificarse.
Decenas de imanes, de especialistas, de exégetas del corán y de la Sunna (recopilación de las palabras y enseñanzas de Mahoma) desmienten que exista un paraíso esperando a los yihadistas y, por poderes, a sus parientes. De poco sirve.
«Matar a personas para ir al paraíso no figura, por supuesto, en ningún texto», afirma a la AFP el experto en islam Ghaleb Bencheikh. «Los ideólogos, manipuladores, fanáticos, radicales -todo lo que quiera- manipulan esta idea de la yihad, que significa esfuerzo y no combate, añadiendo muchos detalles descriptivos de este paraíso: es una construcción humana».
Según él, las famosas 72 vírgenes prometidas a los kamikazes, los favores que pueden reservar para sus familiares, los deleites sin fin, los caballos alados de oro y rubíes no son más que señuelos para engañar a los débiles, a los ingenuos o a los enfermos mentales.
«Las huríes (vírgenes sumisas), los ríos de vino, de miel y de leche son descripciones alegóricas. Pero, desgraciadamente, con una mente frágil se puede creer en ello rotundamente», añade Ghaleb Bencheikh.
«Estos sujetos piensan : ‘soy un delincuente, voy a pasar por el militante de una causa y además me prometen un más allá mejor y duradero. No sólo voy a matar a gente, niños, sino que como es por la buena causa me recompensarán. Es la inversión total de los valores. También casos de psiquiatría».
El pasado 13 de junio, cuando las fuerzas de seguridad rodeaban la casa de una pareja de funcionarios de la policía a los que Larossi Abballa acababa de matar cerca de París, el asesino se puso a grabar y a colgar en la red su testamento.
«Imagínate, oh musulmán. Te basta con lanzarte, morir, y por fin en paraíso, con tu profeta ( ) ¡Qué inmenso honor!», dice leyendo un texto escrito de antemano. «En ese momento se acabaron los problemas, las pruebas. ¡Sólo un goce sin fin!».