Estadounidenses, italianos, chinos, franceses: gracias a la campaña presidencial en Estados Unidos, la Torre Trump en la Quinta Avenida en Nueva York se convirtió en una atracción turística a la que llegan curiosos y admiradores del candidato republicano a la Casa Blanca.
Es allí, cerca de Central Park, que Donald Trump tiene su residencia neoyorquina, un triplex de muros de mármol con columnas, molduras, cristal y dorado, un estilo de falso mini palacio de Versalles en lo alto de la torre vidriada de 68 pisos.
La torre, que combina oficinas, residencias y algunos comercios, alberga también la sede de su compañía, Trump Organization, y su cuartel general de campaña desde el cual el multimillonario del sector inmobiliario lanzó su candidatura el 16 de junio de 2015, descendiendo con su esposa Melania por unas escalera mecánicas en un decorado hollywoodense.
Se puede ingresar libremente el edificio hasta las 22H00 con la condición, algunos días, de plegarse a estrictos controles de seguridad.
Es que a favor de un acuerdo que permitió a Trump construir 20 pisos más, el inmenso hall de entrada de mármol con un muro de cascadas de 18 metros de alto y muchos espejos, es un «espacio público privado», reglamentado por la alcaldía, como otros 500 en Nueva York.
Todo o casi todo rinde homenaje a la gloria de Trump, con un bar Trump, un café Trump, un restaurant Trump y una pequeña tienda de recuerdos Trump.
Un comercio también vende joyas Ivanka Trump, hija de Donald. Y cuatro vitrinas doradas exponen otros productos Trump: camisas, corbatas, gemelos, perfumes, libros escritos por Trump, ropa para niños y peluches.
Entre los visitantes esta semana estaba un grupo de turistas chinos, adolescentes israelíes y Carmen Smith, azafata de origen colombiano que se acercó por pedido de su hijo de 13 años, «un fan de Trump» que solicitó una gorra de campaña del multimillonario.
«Berlusconi estadounidense»
Una joven pareja de Michigan (norte) llegó especialmente para comprar dos gorras con el lema de Trump: «devolver a Estados Unidos su grandeza».
«No hay candidato perfecto, pero vista la situación en la que nos encontramos creo que es la primera opción. Es un hombre muy inteligente», explica a la AFP Steve Dela, bombero.
«Estados Unidos estaba siempre por delante de todo el mundo. Debemos volver a ir en la buena dirección», agrega.
Domenico Monteleone es italiano y regresa de un fin de semana familiar en Massachusetts (noreste). Está un solo día en Nueva York y lo pasa en la Torre Trump, soñando con ver a su célebre dueño.
«Soy un admirador de Berlusconi. Y Donald Trump es el Berlusconi estadounidense. Y si Estados Unidos quiere cambiar, Donald Trump debe ser el próximo presidente de Estados Unidos, con Hillary Clinton nada cambiará», estima.
De repente, los primeros pisos del edificio, en general abiertos al público, son cerrados. Custodios vigilan a la gente que espera en el atrio con la esperanza de que esa agitación sea el anticipo de la llegada de Trump.
Pero la que pasa es Ivanka Trump, que desaparece rápidamente detrás de las cortinas color granate del Trump Bar. Luego un hombre ingresa en el ascensor. «Es el hijo de Trump», murmuran algunas.
«Pierden el tiempo, no verán a Trump», declara un custodio.
En la puerta, los turistas posan ante el «Trump Tower» inscrito con letras doradas gigantes en la fachada del edificio.
Los residentes, algunos célebres, están a salvo de todo este movimiento, ya que disponen de su propia entrada por la calle 56.
Entre ellos, José María Marín, expresidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) que cumple arresto domiciliario en su apartamento en el marco del escándalo de corrupción de la FIFA.