Han pasado casi tres años desde que Minnesota autorizó las demandas de las víctimas de antiguos abusos sexuales en la niñez.
Desde entonces, más de 800 personas han presentado acusaciones por vejaciones sexuales contra iglesias, los Boy Scouts, escuelas y una compañía de teatro infantil. Se han dado a conocer los nombres de agresores que anteriormente habían permanecido ocultos. Dos diócesis católicas se han declarado en bancarrota. Se han divulgado listas de sacerdotes acusados bajo argumentos dignos de crédito y miles de documentos han visto la luz pública. Y el incremento en el escrutinio tuvo algo que ver en la caída de dos obispos.
A esa apertura legal en Minnesota, que concluye este mes, se opusieron firmemente la Iglesia católica y otras instituciones que ahora luchan por bloquear exenciones similares a la prescripción de delitos en Pennsylvania y Nueva York, y para ello mencionan lo ocurrido en Minnesota y en otros estados. La arquidiócesis de St. Paul y Minneapolis solicitó protección por bancarrota el año pasado, y luego le siguió la diócesis de Duluth después de que un jurado determinó que era responsable de pagar 4,8 millones de dólares de una indemnización total de 8,1 asignada a un solo hombre.
«Esta ley ha sido una de las más transformadoras y de mayor alcance que han sido autorizadas, no sólo para proteger a los niños en la comunidad sino para darle a los sobrevivientes que han sido lastimados una voz y una oportunidad de recuperar algo de poder», dijo el abogado Jeff Anderson, que ha interpuesto la amplia mayoría de las nuevas demandas en Minnesota.
A medida que se acerca el vencimiento del plazo el 25 de mayo, Anderson dijo que su firma ha estado tan ocupada que él no había conservado un conteo del número de casos sino hasta que The Associated Press le preguntó ese dato. Más de la mitad de las demandas que su bufete está manejando involucran abusos a manos de clérigos católicos, señaló, y han derivado en la difusión de los nombres de más de 200 presuntos abusadores que no habían sido acusados públicamente antes.
«Todo lo que yo realmente quería era una voz», dijo Lori Stoltz, una de los clientes de Anderson, quien dijo que tenía 11 años cuando un sacerdote católico en Willmar comenzó a abusar de ella sexualmente.