En el parque nacional de Nairobi, once pirámides de marfil ilegal se convertirán en cenizas el sábado en una hoguera gigante, pero el fuego no bastará para hacer desaparecer este «oro blanco».
Miles de litros de una mezcla de diésel y queroseno serán inyectados con aire a presión en unos tubos de acero enterrados y conectados a las pirámides.
«El marfil no se quema», explica Robin Hollister, responsable pirotécnico de esta incineración pública de 105 toneladas de marfil, la más grande jamás realizada, en un intento por poner fin al tráfico ilegal.
«Si se intenta prender el fuego con un fósforo o lanzando (el marfil) en un fuego de leña, no va a funcionar». «Se quemará la parte exterior, pero el interior permanecerá intacto».
Este sexagenario con el rostro enrojecido por el sol ha participado, de cerca o de lejos, de todas las incineraciones organizadas en Kenia desde la primera, en 1989.
De profesión ingeniero, y con incursiones en los efectos especiales del cine, fue reclutado por el famoso paleoantropólogo Richard Leakey, primer director del servicio keniano de la fauna (KWS) y su actual presidente del consejo de administración.
«Si se quiere quemar marfil se necesitan temperaturas muy altas», explica. Esta regla se aplica también a los cuernos de rinoceronte, que forman un doceavo bulto que será también destruido.
Esta incineración sería más simple en un horno, pero la tarea se complica al llevarse a cabo en un parque nacional, al aire libre, y además con la obligación de ser telegénica.
«Habrá pirámides de marfil y llamas, será muy telegénico», prometió Hollister. «Es un espectáculo, esta incineración debe ser un símbolo».
En total, se aglutinaron 16.000 colmillos de elefantes de forma vertical en estructuras piramidales de metal de 2,5 a 3 metros de altura.
El sábado, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, prenderá con una antorcha la pirámide principal. Luego, se inyectará el carburante en la estructura.
Se realizará la misma maniobra para cada uno de las pirámides, que serán prendidas por prestigiosos invitados del mandatario.
«Podemos controlar la presión, por lo tanto podremos adaptar el calor si se necesita», señala Ashfaq Mughal, un ingeniero que participó en el proyecto. «Durante las pruebas, una estructura de metal se vino abajo debido al calor».
Para acelerar el proceso de incineración, decenas de toneladas de madera preciosa ilegal, que también se incautó, fueron colocadas en la base de las pirámides.
«Es evidente que si quisiéramos ser más eficaces, procederíamos de otra manera», añade Hollister. «Por ejemplo, no colocaríamos los colmillos de elefantes de forma vertical, en pirámide, sino que los acostaríamos horizontalmente los unos sobre los otros».
«Cuando prendamos el fuego, los colmillos se caerán, y tendremos que ponerlos nuevamente de forma progresiva en el montón», augura. «No sé exactamente cuánto tiempo tomará quemar todo el marfil, pero creo que se necesitarán varios días».
En 1989, Kenia llamó a la comunidad internacional a luchar contra la caza furtiva destruyendo por primera vez sus reservas de marfil incautado, lo que llevó a la prohibición de este comercio y hundió la demanda de esta materia suntuaria en Europa, Estados Unidos y Japón. «Veinticinco años después, la demanda de nuevos mercados vuelve a amenazar a los elefantes y rinocerontes de África», alertó el presidente keniano.
«Estamos comprometidos a combatir esta amenaza hasta que desmantelemos toda esta economía vil», dijo Kenyatta antes de prometer que su país defenderá la pervivencia de las poblaciones de elefante y rinoceronte.