El cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon (este), se encontraba el martes en el ojo del ciclón del escándalo de pedofilia que sacude la Iglesia Católica de Francia, con la revelación de una nueva demanda judicial y el llamado del primer ministro Manuel Valls a que «asuma sus responsabilidades».
La declaración de Valls, que pidió al cardenal «no sólo palabras, sino actos», acentuó la presión sobre monseñor Barbarin, una de las figuras más influyentes de la iglesia francesa, acusado por víctimas de sacerdotes pedófilos de no haber denunciado esos actos que conocía.
«Jamás cubrí el menor acto de pedofilia«, declaró poco después Barbarin en conferencia de prensa dada en Lourdes, donde está reunida la Conferencia Episcopal Francesa.
El cardenal respondió a Valls: «el primer ministro me pide que asuma mis responsabilidades, y yo le prometo que las asumo», dijo, agregando que el jefe de gobierno «conoce mejor que yo las leyes de la República» y sabe que hay que «respetar la presunción de inocencia».
Al lado de Barbarin, el arzobispo de Marsella y presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, Georges Pontier, fue irónico al declarar: «Admiro el laicismo de nuestro país» (En Francia, la separación de la Iglesia y el Estado está inscripta en la ley).
El lunes se anunció que una nueva demanda judicial fue presentada contra el cardenal, que desde hace un mes está implicado en otra causa sobre agresiones sexuales cometidas por el sacerdote Bernard Preynat contra jóvenes scouts de Lyon entre 1986 y 1991.
Peyrat, que siguió en actividad hasta agosto de 2015, reconoció los hechos y fue inculpado el 27 de enero.
Pero sus víctimas presentaron también una demanda por «no denuncia» de esas agresiones contra varios jerarcas de la diócesis, entre ellos monseñor Barbarin.
Posteriormente, un hombre, víctima de otro sacerdote pedófilo a principios de los años 1990, presentó a su vez demanda judicial contra Barbarin, acusándolo también de no haber hecho nada cuando fue informado de esa agresión, en 2009.
Sin nombrar específicamente a monseñor Barbarin, la justicia francesa abrió dos investigaciones a raíz de esas demandas, una de ellas por «no denuncia» y por «puesta en peligro de la vida de otro».
El cardenal, que el lunes pidió en un comunicado que se respeten «sus derechos, su honor y la presunción de inocencia», argumentó siempre que fue nombrado arzobispo de Lyon en 2002, es decir que no estaba a cargo de la diócesis en el momento de los hechos, y que se enteró de los mismos mucho tiempo después.
Spotlight
A raíz de enormes escándalos en diversos países, entre ellos Estados Unidos y México, la Iglesia Católica abandonó la práctica denunciada en la obra «Spotlight«, que acaba de recibir el Oscar a la mejor película. Es decir, limitarse a evitar el escándalo y a cambiar de lugar a los sacerdotes implicados.
Charles Scicluna, ex responsable de la justicia de El Vaticano, volvió a afirmar la semana pasada que hoy ya no es posible trasladar a un sacerdote acusado de pedofilia a otra parroquia.
La Iglesia Francesa estuvo implicada ya en un caso similar al actual. En 2001, el obispo Pierre Pican fue condenado a tres meses de prisión condicionales por no denunciar violaciones de menores por parte de un cura de su diócesis.
Pero el caso Barbarin plantea una cuestión nueva: ¿Debe la Iglesia limpiar su pasado y hasta donde tiene que ir?
«Es un tema muy doloroso. Trabajamos desde hace quince años sobre esos temas y sobre la justeza de nuestras reacciones», dijo a la AFP monseñor Georges Pontier.
«Todos estamos en la posición de firmeza, de respeto de las víctimas y de justicia», dijo, afirmando que monseñor Barbarin fue «muy riguroso» en este caso.
Al igual que el de sus pares de la Conferencia Episcopal, Barbarin recibió el apoyo del Vaticano, que sostuvo que se comportó «con mucha responsabilidad» y que se «encontró ante una situación que remontaba a años».
Esas declaraciones irritaron a las víctimas del padre Peyrat, que escribieron al papa Francisco para pedirle una audiencia y decirle que las «víctimas no pueden comprender» ese respaldo.