La visita del papa Francisco al estado mexicano de Chiapas que tiene una gran población autóctona parece orientada a celebrar la «Iglesia indígena» de la región, una mezcla de catolicismo y cultura indígena que en el pasado el Vaticano consideró una distorsión de la liturgia tradicional. La inclusión de ramas de pino y huevos, la referencia maya a «Dios Padre y Madre», y el uso de elementos indígenas en las misas solía causar incomodidad a las autoridades eclesiásticas.
No ocurre igual con el primer papa latinoamericano de la historia, quien desde el Vaticano dijo que anunciará durante su visita del 15 de febrero una bula en la que autoriza el uso de lenguas indígenas. La misa de Chiapas incluirá lecturas y canciones en tres lenguas indígenas.
«En la iglesia siempre ha habido fallas», admitió Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las Casas, la ciudad colonial donde Francisco pronunciará la misa. «Entonces eso lo reconocemos, que muchas veces no les dimos el lugar que ocupaban, es verdad», agregó.
La visita papal tendrá lugar en medio de los grandes desafíos que enfrenta la iglesia en ese estado sureño, como los avances de los protestantes evangélicos y una pobreza extrema en una región rica en café, ruinas mayas, sierras cubiertas de pinos y selvas. Chiapas tiene el mayor porcentaje de pobreza en México con 76,2%.
Los desafíos siempre han incluido las relaciones de la Iglesia con las comunidades indígenas, que durante siglos han luchado para mantener sus tradiciones e independencia, a veces aceptando y otras chocando con la jerarquía eclesiástica.
Las prácticas religiosas en algunas comunidades dan pie al consumo de alcohol, fuertes endeudamientos y los jefes locales autocráticos llamados caciques.
En los pueblos católicos «tradicionales», a menudo se exige a los habitantes pobres que se endeuden para financiar festivales en honor al santo patrón local. La mayor parte de los alimentos, bebidas, flores y fuegos de artificio para los festivales son comprados por los caciques, quienes los revenden a los residentes a crédito con intereses usureros.
En algunas comunidades, los residentes han expulsado o aislado a todos los conversos al protestantismo, a menudo quitándoles sus terrenos o posesiones, o negándoles acceso a servicios básicos como agua o electricidad.
Abdias Tovilla Jaime, un pastor evangélico de la Iglesia Presbiteriana Renovada de Chiapas, dijo que la táctica no parece dar resultado, ya que solo el 58% de los residentes de Chiapas dijeron ser católicos en 2010, muy por debajo del promedio nacional del 83%.
«Hemos visto que el mayor crecimiento de cristianos evangélicos en Chiapas se da en las comunidades en persecución, es curioso», afirmó.
La aceptación de Francisco de por lo menos algunas de las versiones indígenas de catolicismo en Chiapas es congruente con un pontífice que no se ha abstenido de honrar causas y clérigos otrora marginados por las autoridades del Vaticano, a menudo por poner en práctica la «opción preferencial por los pobres».
Durante su visita a Bolivia en 2015, el papa Francisco oró en el lugar donde un jesuita proponente de la teología de la liberación fue torturado y asesinado por paramilitares.
En Chiapas, Francisco visitará la diócesis de San Cristóbal, donde vivieron dos de los clérigos más famosos en la historia mexicana por su defensa de los indígenas: los obispos Bartolomé de las Casas en el siglo XVI y Samuel Ruiz, que murió en 2011.
Ambos eran muy queridos por los indígenas, pero vilipendiados por las clases ricas y gran parte de la jerarquía católica local. Diversas autoridades acusaron a Ruiz de apoyar a los rebeldes zapatistas cuando éstos se sublevaron en 1994 en demanda de mayor respeto a los derechos indígenas.
Ruiz, integrante del movimiento de la teología de la liberación que adquirió relevancia en América Latina a principios de la década de 1960 al término del Concilio Vaticano II, intentó frenar el veloz crecimiento de las confesiones protestantes adaptando los ritos católicos a las costumbres indígenas.
Una de sus controvertidas medidas fue echar mano de trabajadores laicos casados porque en la cultura local se concede más respeto a los hombres con hijos que a los hombres célibes sin hijos, como los sacerdotes.
Hubo quienes en la Iglesia habían expresado preocupación de que diáconos casados asumieran funciones sacerdotales.
En 2002, durante el papado de Juan Pablo II, el concilio vaticano solicitó a la diócesis de Chiapas que detuviera las ordenaciones de diáconos. Sin embargo, esas ordenaciones fueron renovadas con Francisco.
«Todavía hoy, no solamente en Chiapas y en otras partes de México y del mundo, concretamente de América Latina, algunos no toman en cuenta sus idiomas, sus culturas, sus expresiones, sus ritos (de los indígenas), y se menosprecia y se desprecia todo como si fuera algo atrasado cuando tienen una gran sabiduría. Pero hay que saberla conocer, acercarse a ellos», apuntó Arizmendi.