El presidente de Haití, Michel Martelly, sin sucesor tras el aplazamiento de las elecciones, dijo en un discurso este jueves que no se lamenta «de ningún día» de sus cinco años como jefe de Estado, cuando quedan 48 horas para el final de su mandato. «Doy las gracias a todos los que me han permitido servir a mi país. Ha sido un honor para mí. No me arrepiento ni de un día, no creo haya fallado ni un día», dijo el presidente en la inauguración del edificio del Ministerio del Interior, destruido en el terremoto de 2010.
Ante las protestas de la oposición que denuncia un «golpe de Estado electoral» fomentado por el ejecutivo, el proceso electoral se detuvo y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales se pospuso indefinidamente.
Aunque hay dudas sobre su posible continuidad en el poder más allá del 7 de febrero, la fecha fijada por la Constitución para poner fin a su mandato, Martelly ha confirmado que dejará su puesto el domingo.
«No quiero seguir un día más, nada me da ganas, no tengo miedo a nada», dijo con voz débil, añadiendo que se iba «sin lamentos, sin ganas, sin apego. Al contrario, me sentiré más libre, porque los problemas que gestionaba ya no serán más mi responsabilidad».
En flamante edificio ministerial construido con ayuda internacional, Martelly criticó las acusaciones de injerencia de países extranjeros.
«Hablamos de injerencia de países amigos con términos que no son siempre agradables. Yo doy muchas gracias a la cooperación ya que podría mencionar numerosas cosas que hemos logrado a través de la cooperación», dijo el presidente frente a algunos embajadores extranjeros.
Mientras continúa en el cargo, el presidente, quien fuera una estrella del pop antes de entrar en la política, participó el pasado domingo en un acto carnavalesco, donde atacó a sus críticos con palabras con fuertes connotaciones sexuales, dirigido especialmente contra un famoso periodista.
Entre lágrimas y besos, Martelly salió de la zona a pie, y se negó a contestar preguntas de los periodistas, aunque sí saludó a la multitud de curiosos que se mantenía alejada por hileras de policías fuertemente armados.