El placer que sentimos con la música activa las mismas zonas cerebrales que el sexo o las drogas, provocando el mismo efecto tanto a nivel físico como mental, según sugiere un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad McGill de Montreal.
En el experimento, que ha sido publicado en la revista Scientific Reports de Nature, se solicitó a un grupo de estudiantes de la universidad que trajeran consigo su música favorita.
Rutas del placer
Los voluntarios fueron divididos en dos grupos. Al primero se le suministró 50 miligramos de naltrexona (medicamento usado en el tratamiento de la intoxicación aguda por opiáceos) y al segundo se le suministró un placebo como grupo de control. Además, se colocaron sensores en los rostros de los voluntarios para obtener un electromiograma, que examina el sistema nervioso periférico y los músculos implicados, para monitorizar la actividad eléctrica de varios músculos faciales.
Lo que se demostró es que el consumo de naltrexona reducía la respuesta de los participantes porque bloqueó el 80% de los receptores presentes en las neuronas a las que se acoplan las endorfinas o exógenos como la morfina o la heroína. Tal y como afirma Daniel J. Levitin, líder del estudio:
Hemos demostrado aquí que el sistema opioide es responsable de mediar entre las respuestas positivas (placenteras) y negativas (tristeza) emocionales a la música.
Los científicos querían averiguar si la naltrexona era capaz de disminuir las sensaciones positivas y negativas en el cerebro en este caso en relación con la música, al igual que sucede al ser empleada como tratamiento con los opiáceos.