El extraordinario caso del pedazo de lengua que la víctima pudo arrancarle a su verdugo y que procuró que tanto la ciencia forense como la persecución policial lograran encontrarlo para hacerle pagar por el crimen y vejámenes, finalmente concluye con una sentencia definitiva tras quince meses de acontecido el suceso.
La Fiscalía Especial de Delitos contra la Vida (FEDCV) obtuvo la tarde de ayer viernes, una condena de procedimiento abreviado en contra de Tony Mauricio Martínez Grande, por haber cometido el delito de femicidio en perjuicio de Ángela Rosa Martínez Ávila.
La pena impuesta fue de 22 años 6 meses de cárcel, según la Sección de Investigación de Muertes Violentas de Mujeres y Femicidios de la FEDCV, quienes, tras conocer las pruebas científicas aportadas por Medicina Forense, quienes alertaron sobre los resultados de la autopsia de Martínez Ávila, procedieron a ordenar la búsqueda en hospitales públicos de un sujeto a quien le faltase un pedazo de lengua.
Según la relación de hechos, en donde la Policía Nacional también hizo un importante papel en la investigación, el 8 de agosto de 2016 el personal de la morgue judicial del Centro de Medicina Legal y Ciencias Forenses del Ministerio Público (MP) registró el levantamiento de un cadáver de una mujer en estado de putrefacción (de 2 a cuatro días de muerta), en un sector montañoso cercano a residencial El Tablón, sobre el anillo periférico, zona sur de Tegucigalpa.
Este hecho a simple vista apuntaba a uno más en contra de las mujeres por parte de un supuesto desconocido, a quien no solo le bastó ultrajar a su víctimafemicidios.
Lo interesante de este caso, no solo fue que la misma víctima propició su rápida justicia en contra de su agresor, sino el acoplamiento de las investigaciones policiales con las investigaciones científicas de los médicos forenses, quienes sustentaron el expediente para que los fiscales hicieran su trabajo legal que hoy permite sellar el caso con la justicia a la víctima, a la ciudadana cuyo cuerpo habló.
COMO CUENTO DE TERROR
Ángela Rosa Martínez Ávila (23), empleada doméstica, fue vista por última vez el 6 de agosto del 2016 por habitantes de El Tablón en compañía de un guardia de seguridad, Tony Mauricio Martínez Grande (32), quien según agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), la habría obligado a acompañarlo hasta la zona donde la mató, no sin antes, violarla.
Pero lo que no imaginó Tony Mauricio Martínez Grande fue que la joven mujer haría todo lo posible por defenderse y entre manotadas e intentos de quitárselo de encima de su cuerpo, durante varios minutos de desesperación y constante amenazas con arma de fuego, mientras sufría en los últimos instantes de su vida, agarró más fuerzas cuando su agresor posaba su boca sobre la de ella, fue ahí que la rabia ante el ultraje le impulsó a arrancarle la lengua con extremada fuerza en sus dientes.
En ese momento su victimario no podía tener más sometida a su víctima y en ese instante ella intentó quitárselo de encima para escapar, pero no lo logró, un golpe fulminante en su cabeza le propinó el furioso violador, quien salió corriendo con solo un pedazo de su órgano muscular.
Como un cuento de terror, el criminal dejó el cuerpo de la mujer tendido mientras corría sangrando de su boca, se escondió por un día hasta que logró buscar asistencia médica en el Hospital Escuela Universitario (HEU), al llegar dijo era una lesión en su lengua, sin imaginar que el cuerpo de Ángela Rosa Martínez Ávila ya lo había delatado y ella misma había facilitado las pruebas a los entes investigadores, el pedazo de lengua que le faltaba al sujeto, ella misma se encargaría de que se lo volvieran a poner de frente.
Así fue, cuando los policías de la DPI llegaron al hospital tras la alerta hecha previamente, lo capturaron y trasladaron a la Clínica del Centro de Medicina Legal y Ciencias Forenses en donde científicamente por ADN cotejaron la muestra que pertenecía al agresor, el mismo pudo volver a ver su pedazo de lengua que le había arrancado la víctima quien hoy descansa en paz.