La vida de Mike Tyson puede servir hasta como argumento de una película que refleje ese escenario de ascenso y caída, victoria y fracaso, riqueza y pobreza, hasta el desenlace donde prevalece lo humano por encima delo que el boxeo te da y te quita.
A Mike Tyson lo abandonó su padre muy temprano y su madre murió cuando el completaba 16 años de vida. Dicen que antes de los 13 años Mike había sido arrestado cerca de cincuenta veces. A veces por robo, a veces por peleas callejeras. Era un jovenzuelo violento y sin un norte, hasta que encontró al célebre entrenador Cus D’ Amato, el cual le dio utilidad a esa violencia y también un norte a su vida. Pero Cus murió en noviembre de 1985 y dejó su obra inconclusa, precisamente, en el exacto momento en que comenzó la verdadera historia de su pupilo.
Por esos días y con apenas 19 años, Mike había noqueado a sus primeros quince oponentes. Un año después de la muerte de D’Amato, el 22 de noviembre de 1986, Mike Tyson noquea a Trevor Berbick en el segundo asalto y se consagra como el más joven campeón mundial de la división pesado en toda su historia. Hasta hoy nadie ha superado ese hito.
En la década de los años 80 Tyson vivió su época dorada, pero también alimento al monstruo de su decadencia. Hasta el 21 de julio de 1989 había peleado y ganado 37 peleas, de las cuales 33 terminaron antes del límite. Los años 90, sin embargo, trajeron malas noticias desde su mismo inicio. El 11 de febrero de 1990, en Tokyo, Japón, ocurrió la que para muchos es la mayor sorpresa en la historia del boxeo contemporáneo: el desconocido James «Buster» Douglas noqueó a un irreconocible Tyson en el décimo asalto.
Fue el principio de su fin. Primero la cárcel acusado de violación por Desiree Washington y sentenciado a seis años de prisión. Salió antes por buena conducta y regreso al boxeo. De ese regreso lo más recordado fue el fiasco de su pelea contra Peter McNeeley que finalizó en el primer episodio y luego sus dos recordadas batallas contra Evander Holyfield de 1996 y 1997, cuando la mordida a la oreja de Evander, mostró una nueva faceta del desequilibrio emocional de Tyson. Algo que en 1988 había denunciado su primera esposa, Robin Givens, que antes de divorciarse lo acusó de violencia, abuso e inestabilidad mental.
Después de Holyfield, Tyson protagonizó varios regresos sin pena ni gloria. De esa etapa se recuerdan sus victorias sobre Frans Botha, Orlin Norris y Andrew Golota, pero también sus derrotas ante Lennox Lewis, Danny Williams y la última frente a Kevin McBride.
Al final del camino, Tyson no fue más que una sombra de sí mismo, sin gloria y sin fortuna, ya que en 2003 se declaró en quiebra, pese a que las ganancias de su carrera fueron entonces estimadas en más de 300 millones de dólares.
El «Mike Tyson persona», parece que empezó a aprender sobre la vida después que la vida lo liberó de la pesada carga del «Mike Tyson boxeador». Como si sus años de gloria y de fracaso, hubieran interrumpido su crecimiento hasta que dejó atrás los cuadriláteros en 2005. Desde la imagen célebre de un campeón inolvidable, Mike Tyson por siempre encarnará los dos polos opuestos del boxeo en una sola pieza: lo malo y lo bueno, el triunfo y el fracaso, lo sublime y lo grotesco. Pero también al ser humano común, con sus errores, con sus aciertos, con problemas heredados de otras vidas en conflicto y que fue arrastrado hacia un éxito para el cual no estaba preparado. Mike Tyson fue apenas una víctima de su éxito y nunca se enteró de que lo era.
En su medio siglo de existencia, celebramos al ser humano de hoy.