«¡Cuidado!», grita Keylor Navas, la mirada intensa y clavada en la trayectoria del balón, piernas flexionadas, pies saltarines y manos tensionadas listas cual resorte esperando máxima apertura.
Es la tercera fecha de la liga española en septiembre y su equipo, el Real Madrid, visita al Espanyol, al que acabó vapuleando 6-0 con cuatro goles en la primera mitad y cinco totales de Cristiano Ronaldo.
Pero Navas no atiende al marcador. Al portero internacional por Costa Rica le preocupa conservar su arco invicto en su primera aparición en el campeonato; y es por ello que mantiene la concentración a óptimo nivel competitivo, como si estuviera disputando la final de la Liga de Campeones con el resultado en el alambre.
Tensión competitiva, agilidad, reflejos, valentía, constancia, concentración y liderazgo son las principales virtudes de Navas, que tendrá ocasión de desplegarlas en grandioso escenario el sábado en Milán, cuando el Madrid enfrente al vecino Atlético de Madrid, precisamente por la final de la Champions.
Será el partido más importante de la carrera del guardameta «tico» con el Real Madrid, quien antes pulió sus habilidades y carácter durante un año y medio de suplencia y otro tanto como titular indiscutible en el Levante. De ganar la copa, se convertiría en el primer futbolista costarricense en lograrlo.
Su tercera temporada, tras desbancar al uruguayo Gustavo Munúa, fue la de su explosión en España, le valió numerosos elogios y también un contrato con el Madrid, que sufrió de primera mano sus intervenciones y decidió ficharle.
Llegó a la capital española en 2014 con la esperanza de ser el primer portero, pero debió aguardar nuevamente su turno en la última y convulsa temporada de Iker Casillas como madridista.
Navas supo aguantar en la sombra, esperanzado de que en la actual campaña sería el titular, ya con el legendario capitán emigrado al Porto. Pero las cosas no empezaron como esperaba al ver cómo las promesas del entonces técnico Rafa Benítez caían en saco roto a las primeras de cambio. Encaprichado del ex arquero del Atlético y actual del Manchester United, David de Gea, el presidente blanco Florentino Pérez intentó forzar un traspaso de última hora que incluía al costarricense como moneda de cambio.
Frustrado finalmente el canje por problemas de burocracia, el nativo de San Isidro se bajó literalmente del avión con destino al Reino Unido y se quedó en Madrid con el firme propósito de demostrar a quienes lo menospreciaron que habían cometido una grave equivocación.
Quizás lo fácil hubiera sido lamentarse o montar un alboroto, pero Navas se limitó a entrenar al día siguiente con mayor fiereza todavía. Al fin y al cabo no se trataba de la primera vez que alguien había infravalorado sus cualidades.
Hijo de una maestra y de un futbolista de modesta carrera en el club Municipal Pérez Zeledón de su localidad natal, el joven Keylor vio cómo el equipo de su padre lo rechazó a los 13 años bajo el pretexto de corta estatura.
En fiel reflejo de aquel lejano error, el estadio de la entidad luce hoy el nombre del portero del Madrid, que apenas un año después fichó por el Saprissa y una década más tarde dio el salto a la liga española, recalando en el Albacete.
Su apellido se corea hoy en las gradas del coloso Santiago Bernabéu, rendido al talento y carácter de un portero que se ha ganado también a pulso el aprecio de sus compañeros.
«Es un porterazo al que le gusta mucho trabajar y mejorar a diario. Mentalmente es muy fuerte», destacó el central Pepe.
Y es que mientras De Gea ha sufrido la irregularidad del United en la liga Premier, que desembocó el lunes en el cese del entrenador Louis Van Gaal, Navas se ha erigido en el tercer portero menos batido del campeonato español por detrás del chileno Claudio Bravo, del Barcelona, y Jan Oblak, del Atlético, y se presenta a la final de Milán con el mejor balance del torneo: sólo dos tantos encajados.
El duelo con el imponente Oblak es tanto de altura como estilos contrapuestos, y posiblemente alcance su máxima expresión en caso de dirimirse el campeón en la tanda de penales, donde el «tico» es consumado especialista.
Navas ha parado tres penas máximas este curso en la liga, una de ellas al máximo goleador del Atlético, Antoine Griezmann, por la séptima fecha; aunque ello no sirvió para evitar que el Madrid acabara el torneo como escolta del campeón Barsa.
El futuro de Navas, nuevamente enturbiado por rumores de otra posible ofensiva de Pérez por De Gea, depende de la valoración definitiva del timonel Zinedine Zidane, quien relevó a Benítez a mitad de temporada y ya se ha posicionado en favor de su continuidad.
Aunque sobre todo, su destino pasa obligatoriamente por una final que pueda significar la 11ma copa de Europa para el Madrid. Sería la primera de Navas, hombre religioso que suele celebrar sus intervenciones alzando los brazos al cielo y santiguándose, una estampa que los aficionados «merengues» esperan visionar en el estadio San Siro.
«Ya pasé página con lo que ocurrió en verano», afirmó Navas el martes. «Desde que empezó la Champions, este es mi sueño desde pequeño hecho realidad. Respetamos al Atlético, pero hay que tener fe en que vamos a ganar».
Pero al especialista en sacar balones no le gusta avanzar acontecimientos. Líder discreto tanto en la cancha como ante los micrófonos, el costarricense ha predicado paciencia y mente fría a lo largo de una turbulenta campaña, que ahora espera cerrar en lo más alto y con un solo grito por bandera.
«¡Cuidado!», alerta Navas, la mirada enfocada en Milán.