Los últimos latidos de la sala de prensa del Staples Center con Kobe Bryant como protagonista bombean ante un final anunciado. Tan solo le queda un partido al dorsal número 24 para decir adiós para siempre y la energía se nota en cada rincón del estadio.
Desde una grada que en la derrota ante Los Angeles Clippers (91-81) ovacionó a Kobe en cada acción, a unas comparecencias ante los medios en las que ya no se habla de los Lakers, sino de su despedida.
La difícil situación del equipo ha impedido que su retirada sea la soñada. El encuentro final ante Utah Jazz del miércoles 13 será el punto y final y se marchará con una franquicia desahuciada sin visos de un futuro color de rosa. Pero a Kobe eso no le importa, porque hace meses que asumió que su despedida se produciría en un equipo perdedor, incapacitado ni siquiera para clasificar a los playoffs.
«Es difícil que la gente lo entienda, pero perder es perder. Para mí no hay distinta maneras de perder. O ganas el campeonato o eres una m…. Para mí es blanco o negro. Una franquicia con el peor récord perdedor o caer en playoffs es la misma maldita cosa para mí.
Le da lo mismo quedar sin opciones en diciembre o perder en las Finales, para Kobe el fracaso es idéntico en ambas circunstancias y hace tiempo que se hizo la idea de que esta campaña sería una oda a su carrera, una gira de despedida en la que respiró el oxígeno de miles de aficionados rendidos a sus pies allá donde va. Incluso los abucheos de cuatro indignados han sido la mejor muestra de cariño para el escolta.
«Para mí lo perfecto hubiera sido ganar un campeonato. (Dadas las circunstancias) saldré a competir contra Utah y espero que ellos hagan lo mismo. Para mí eso la mejor forma de competición y el mejor básquetbol que se pueda tener. Competitivo y físico, así es como debería de ser», agregó.
Imagina su despedida con los fans entregados. «Quiero dar a los fans lo que quieren, por suerte estoy sano y tengo me puedo mover lo suficiente para ello». Con una energía en su máximo esplendor y dejando que sus sentimientos fluyan como una corriente movida por improvisación. «Mucha energía muchísima energía, para mí no sé cómo me voy a sentir en el momento en el que empieza el juego y termina. Ahora estoy sentado aquí y me siento muy contento, feliz en paz. Un poquito emocionante», apuntó.
Cuando las luces aún estén a medio encender, cuando los primeros trabajadores del Staples comiencen a adoptar sus posiciones, cuando los periodistas estén saliendo de sus casas para cubrir el último suspiro de una vida deportiva excelente y los aficionados saquen del cajón unos boletos que guardarán por el resto de su existencia.